dimarts, 22 de novembre del 2016

Lo Real y lo Urbano.

La foto es de Vivian Mayer

Nota para Emilio Suárez, estudiante del Máster en Antropologia y Etnografía de la UB

LO REAL Y LO URBANO
Manuel Delgado

Es sobre lo que te dije acerca de lo Real, como algo distinto y anterior a la realidad como construcción social, ya sea como equivalente a lo cultural o a la socioestructural, en función de cuál sea la perspectiva que adoptes desde la antropología. El concepto de Real es interesante. Lo emplean Lacan y Lévi-Strauss para designar lo que existe antes del trabajo de simbolización que sobre ello, lo Real, llevan a cabo la cultura, la estructura social o el lenguaje, según cuál sea la perspectiva teórica que adoptes. Tiene que ver con la premisa kantiana según la cual el Ser es inaccesible. Pero, sobre todo, me evoca ese Dios incongnoscible —a no ser por las intuiciones del pneuma— de los gnósticos, el Pleroma o Totalidad que el universo oscuro generado por un impostor, el Demiurgo. De ahí lo que te dije que contestó Lacan cuando le preguntaron qué era lo Real: “¿Lo real...?: Lo real, ni se sabe".

Lo simbólico —es decir la cultura, el lenguaje— implica ese orden con el que se violenta un universo sin sentido, al que se le obliga a significar a la fuerza imponiéndole tramas clasificatorias impuestas en general por un pensamiento ávido por aliviar sus ansiedades epistemologicas y, en concreto, por quienes controlan la producción de sentidos del mundo en cada sociedad.

Lo simbólico es, por tanto, eso que damos en llamar la realidad, que no es sino el precipitado estructurado que produce el imaginario, entendido este como trabajo o competencia colectivos que hacen de lo Real realidad, es decir manipulación simplificadora de lo que está ahí, pero no puede ser representado, puesto que si lo fuera pertenecería ya al reino de lo Simbólico, que no es sino sometimiento, tranquilización, domesticación de lo Real, lo anterior a toda estructura, lo que no tiene sentido y, por ello, no existe o solo se intuye como amenaza acechante de lo no pensable, aquello que Clément Rosset nos decía que la religión y la ciencia no hacen por conocer sino, al contrario, por mantener a raya.

Lo Real creo que remitiría a conceptos con los que seguro que estás tanto m ás familiarizado que yo. Por ejemplo, el de sentido en Saussure, que hace derivar de la idea de substancia, el magma inorganizado y anterior cuyos elementos escogidos contraen funciones con el principio estructural de la lengua.Al sentido se le da forma de un modo específico en cada lengua y no hay ninguna conformación universal, sino únicamente un principio universal de conformación. El sentido por sí mismo está sin conformar; por sí mismo no está sujeto a conformación, sino que es simplemente susceptible de conformación, de cualquier conformación, sea lo que sea. El sentido es, por tanto, en sí mismo inaccesible al conocimiento puesto que el requisito previo para el conocimiento es el análisis de algún tipo; el sentido sólo puede conocerse a través de una conformación y carece de existencia científica fuera de ésta. De hecho, bien podría decirse que, como decía Lévi-Strauss, el sentido es insensato : no tiene sentido.

En la glosemática de Hjelmslev el equivalente lo constituiría la materia. Definido el signo como aquello que está en lugar de cualquier otra cosa, la materia es justamente esa “cualquier otra cosa”. Se trata de el magma inorganizado, amorfo, indeferenciado y anterior cuyos elementos escogidos, contraían funciones con el principio estructural de la lengua.

Esta idea, intuída, no pensada, aparece recogida en numerosas mitologías como análoga al desorden primordial. Es sin duda el Tao chino, del que, en efecto, no se puede afirmar ni negar nada. También es el Tehon, océano abisal sobre el que Yahvé crea el mundo y donde irá a instalar a Leviatán. En efecto, cuanto menos en las tradiciones occidentales de origen judeo-cristiano, esa ganga no puede ser pensado, a no ser teratológicamente, es decir como si fuera un monstruo, pero un monstruo que, de hecho, no puede ser imaginado. Es sobre esa cosa indefinida y por definición indescriptible que Yahvé aplica su sefirot, su potencia generadora, según la mística judia. También es la naturaleza en Engels. Me encanta ese concepto. ¿Qué es la naturaleza? La naturaleza es lo que hay antes de la producción. ¿Qué hay antes de la producción? No se puede saber, puesto que el saber es producción, es decir trabajo sobre la naturaleza. Pero es imposible saber qué hay antes.

¿Y si ese asunto sobre el que siempre hablamos, lo urbano, no fuera sino la expresión concreta que en las ciudades adopta eso que estoy intentando definir como lo Real? Me viene a la cabeza lo que Walter Benjamin escriba: "La ciudad ya parece entregarse en la estación de tren. Los kioskos, las lámparas de arco, los grupos de casas se cristalizan en figuras que nunca se repetirán. Pero esto se dispersa en cuanto le busco un nombre” (Cuadros de un pensamiento, Imago Mundo, Buenos Aires, 1992, p. 28). Por favor, repasa lo que hemos estado hablando de lo urbano según Henri Lefebvre y dime si no se parece a eso que Lacan y Lévi-Strauss llaman lo Real, eso que es tierra absolutamente desterritorializada, todo lo que se pasa el tiempo haciéndose y deshaciéndose sin descanso, algo aléphico, en que, como escribía Virgina Wolf, "las cosas se juntan", la complejidad inmensa e infinita de los acontecimientos, todo lo que la estructura ignora o no comprende, todo lo que no logra capturar o se le escapa de entre sus redes.


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