La fotografía es de Jürgen Bürgin |
Nota para Pedro Alcántara, estudiante del Máster d'Espai Públic de Elisava
BREVE COMENTARIO SOBRE LO URBANO COMO ACAECER
Manuel Delgado
Lo urbano, como te dije es eso: un acaecer. Ya te lo escribí, pero te lo repito ahora: lo urbano no es otra cosa una labor, un trabajo de lo social sobre sí, como la sociedad urbana “manos a la obra”, haciéndose y luego deshaciéndose una y otra vez, hilvanándose con materiales que son instantes, momentos, circunstancias, situaciones, todo aquello de lo que la expresión máxima y más delirante es la fiesta. Siendo materia, lo urbano estaría más cerca de la forma que no de la substancia.
Mir lo que escribe Lefebvre en Espacio y politica (Península): “Lo
‘urbano’ viene a ser un continente que se acaba de descubrir, y cuya
exploración se lleva a cabo edificándolo.” Insisto: lo urbano está constituído
por todo lo que se opone a no importa qué estructura solidificada, puesto que
es fluctuante, efímero, escenario de metamorfosis constantes, por todo lo que
hace posible la vida social, pero antes de que haya cerrado del todo tal tarea,
justo cuando está ejecutándola, como si hubiéramos sorprendido a la materia
prima de lo social en estado todavía cruda y desorganizado, en un proceso, que
nunca nos sería dado ver concluído, de cristalización. Lo mismo podría
aplicarse a la distinción entre la historia de la ciudad y la historia urbana.
La primera remite a la historia de una materialidad, la segunda a la de sus
utilizadores, es decir sus usuarios. La primera habla de la forma, la segunda
de la vida que tiene lugar en su interior, pero que la trasciende. La primera
atiende a lo estable, lo segundo se refiere a las transformaciones o a las
mutaciones, o, todavía mejor, lo que la escuela de Chicago cifraba como la
característica principal de la urbanidad: el exceso, la errancia, el merodeo.
Lo urbano
consiste en el despliegue de un sentido común práctico que organiza el exterior
a partir de la autogestión de microunidades sociales de índole situacional
y reguladas por normas endógenas, formas
de cooperación automática entre cuerpos y apariencias. Por eso hablamos de lo
moderno, es decir de lo urbano, como práctica y organización de los
trayectos-sucesos, eso que, en efecto, es un puro y mero acaecer. Eso que está ahi fuera viene a ser como una
especie de líquido amniótico en el que los concurrentes buscan y encuentran
lugares provisionales que consideran propios en tanto que apropiados, siguiendo
una dinámica infinita de colonizaciones transitorias, una esfera de y para
prácticas y saberes específicas, al servicio de una organización singular de la
coexistencia basada en la carencia de lugar.
Por
eso es importante que veas, ahora enseguida, el porqué de la importancia de la
perspectiva situada, que entiende lo urbano —lee lo moderno— como un encadenamiento
de situaciones. Esa noción la acuñan
los teóricos de Chicago, pero está ya en Simmel. Está pensando en lo urbano, en
la sociedad de la modernidad, cuando escribe que "la sociedad no es entonces, por así
decirlo, ninguna substancia, no es nada concreto por sí, sino un acaecer".
Tü
piensa en cómo de ahí se deriva la deriva —y perdón por el juego de palabras.
Me refiero a la deriva de quienes no en vano se llamaron a sí mismo
situacionistas. Para los letristas y los situacionistas europeos de los años
cincuenta y sesenta la situación como
«un microambiente transitorio y de un juego de acontecimientos para un momento
único de la vida de algunas personas», como se dice en la Declaración de
Amsterdam que redactan Constant y Duy Debord. La idea de situación está
emparentada, a su vez, con la noción de momento
en Henri Lefebvre : instante único, pasajero, irrepetible,
fugitivo, azaroso, sometido a constantes metamorfosis, intensificación o aceleramiento vital...